Criptomonedas: ¿solución o problema?

 


Desde el nacimiento del bitcoin se han creado más de 9.000 criptomonedas. En cierta forma la situación recuerda a la Era de Libertad Bancaria de Estados Unidos anterior a 1863, donde cada banco emitía su propia moneda. En aquel momento quedó claro que el dinero producido privadamente no es un medio efectivo de intercambio y está sujeto a pánicos financieros.

Las criptomonedas se pueden dividir en dos grandes tipos. En primer lugar, están las criptomonedas fiduciarias, siendo el bitcoin la más conocida, aunque ether la ha superado en volumen de contratación. Estas monedas, basadas en técnicas criptográficas, son emitidas privadamente, sin ningún activo que las respalde y están denominadas en su propia unidad de cuenta. Asimismo, destaca su alta volatilidad. Además de los elevados riesgos que plantea como activo de inversión, el bitcoin supone un claro derroche energético, ya que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), consume un 0,36% de la electricidad mundial o, en otros términos, representa el consumo total de electricidad de países como Chile o Bélgica.

A pesar de estos problemas, se ha extendido la idea de que una cartera diversificada debería contener una pequeña proporción de criptomonedas y algunas entidades financieras han comenzado a ofrecer vehículos de inversión que las incluyen. Una significativa proporción de las transacciones en Robinhood, la aplicación de trading que causa sensación entre los pequeños inversores, está relacionada con criptomonedas.

Un segundo tipo de monedas digitales son las denominadas monedas digitales estables o stablecoins. En principio, este tipo de monedas pretende ser una forma de dinero respaldado uno-a-uno con la moneda fiduciaria del gobierno correspondiente (es decir, su valor se vincula al de divisas ya existentes). Según el FMI, su capitalización de mercado se ha cuadruplicado en 2021 hasta los 120.000 millones de dólares. Estas monedas digitales estables pueden tener diferente respaldo: desde efectivo y activos muy líquidos y seguros (depósitos bancarios o letras del Tesoro de EE UU) a otros criptoactivos, pasando por activos no equivalentes al efectivo (bonos corporativos, papel comercial, etcétera). Incluso algunas no tienen un colateral específico y mantienen su convertibilidad incrementando o reduciendo su oferta en función de las condiciones del mercado.

El Grupo de los 30 (los principales supervisores bancarios) y el FMI han expuesto algunas dudas sobre el respaldo efectivo de esas monedas: los datos no están auditados por una entidad independiente, la información suministrada sobre dicho respaldo es insuficiente y se aprecia un significativo riesgo de liquidez (sólo una tercera parte del colateral es efectivo y activos muy líquidos como las letras del Tesoro estadounidense).

Además de su elevada volatilidad, hay problemas tecnológicos que impiden que las criptomonedas sean medios de pago efectivos: primero, tienen un problema de escalabilidad, ya que, al diseñarse como cadena de bloques, para cumplir su promesa de confianza descentralizada, precisan que todos los usuarios descarguen y verifiquen el historial completo de transacciones. Esto genera un reto tecnológico notable, ya que, para procesar un número de transacciones que podemos considerar estándar para un sistema nacional de pagos, millones de usuarios deberían intercambiar ficheros cuyo tamaño se acercaría a un terabyte, lo que podría bloquear internet. Segundo, mientras que, en los sistemas de pago tradicionales, una vez que se ha producido el registro de la operación en la contabilidad del banco central, ya no puede revocarse, las criptomonedas sin permisos no garantizan la firmeza de los pagos individuales. Resumiendo, el sistema de confianza descentralizada requiere un enorme consumo de potencia computacional y es vulnerable.

Fuente:  https://elpais.com/economia/2021-12-11/criptomonedas-solucion-o-problema.html

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