Economía y sociedad en la nueva normalidad
Buena parte de lo que viene ya llegó. El
mundo no volverá a ser el de la pre-pandemia. La “nueva normalidad” es un buen
cliché, acompaña la necesidad de “normalizar lo nuevo”.
O sea, de tratar de asimilarlo y
comprenderlo. Rasgos de esta nueva normalidad que se observan en el
funcionamiento de la economía y la sociedad probablemente se robustezcan en el
tiempo que se avecina. No es este un intento de hacer futurología, tan solo
unas notas desordenadas acerca de variables ya evidentes y especular sobre su
interacción.
Douglass North entendía la historia
económica a través de la capacidad de los sistemas económicos de asimilar e
incorporar la innovación tecnológica al proceso productivo. Con ello cambian
los precios relativos, generando un amplio proceso de reasignación de recursos.
Se crean nuevos incentivos—normas e instituciones—que reducen, o incrementan,
los costos de transacción. Es decir, configuraciones institucionales más o
menos eficientes.
La prosperidad o el estancamiento resultantes
se explican por dicha matriz causal. Del crecimiento basado en recursos
naturales en el siglo XIX a la producción de manufacturas en el siglo XX como
factor dinamizador, y de allí a la economía del conocimiento en este siglo,
todo ello supone un comprehensivo cambio tecnológico que modificó precios y con
ello produjo una reasignación de recursos en toda la economía.
A partir de dichos cambios algunas naciones
ricas fueron incapaces de adaptarse al cambio tecnológico de manera
competitiva, ergo se estancaron. Argentina es el ejemplo de rigor, tanto como
algunas naciones con escasos recursos materiales se hicieron prósperas
potenciando dichos impulsos tecnológicos. Singapur ilustra el punto con
frecuencia.
Ambos factores siempre están en una relación
de permanente causalidad recíproca. La revolución digital y el desarrollo de
sus múltiples líneas de aplicación ha significado que el dinamismo de la
economía resida en dichas actividades, atrayendo inversión y llegando a las
fronteras de la productividad. Alterando precios relativos, esto es. Hoy más
que nunca, el capital más preciado es el capital humano.
A la inversa, pero dinámica y
complementariamente, cambios en precios incentivan la innovación tecnológica.
Los oscilaciones del petróleo y el desmedido poder de mercado de la OPEP
impulsaron la investigación en energías alternativas, eólica, solar y muchas
otras. Las nuevas tecnologías hicieron que la oferta se diversificara y el
poder estructural del cartel petrolero disminuyera. Y con ello, a su vez, el
precio del crudo.
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